Por Volker Meinlschmidt

2025 fue un año revelador.
No por las cifras del crecimiento ni por las curvas de inflación, sino porque nos mostró, con total contundencia, que las reglas del comercio global están cambiando, y que no todos los países están reaccionando a tiempo.

Durante los últimos doce meses, la economía global vivió una reconfiguración silenciosa, pero profunda. Las cadenas de suministro se redibujaron. La logística dejó de ser soporte para convertirse en activo estratégico. Y mientras algunos países consolidaban su rol en las nuevas rutas del comercio global, Ecuador continúa sin una estrategia logística nacional que oriente decisiones e inversión con visión de largo plazo.

Algunos sectores exportadores mostraron continuidad, en parte gracias a la estabilidad que brinda la dolarización. Pero sin una estrategia nacional que articule infraestructura, tecnología y comercio con visión de futuro, ese esfuerzo se diluye. El precio lo seguimos pagando en eficiencia operativa, en costos logísticos que no responden a nuestras capacidades reales de exportación, y en barreras estructurales que nos impiden escalar con valor agregado hacia los mercados globales.

Lo más preocupante es que seguimos operando bajo lógicas de continuidad que ya no existen. Las disrupciones no son excepciones, son la nueva normalidad: conflictos prolongados, bloqueos comerciales, regulaciones ambientales más estrictas y una creciente concentración tecnológica en manos de pocos actores.

2026 exige otra postura.
Cuando el terreno cambia, insistir en mapas antiguos solo nos aleja del destino. Este no es un año para consolidar lo mínimo, es un punto de inflexión.

Mi lectura es clara: Ecuador necesita evolucionar su modelo logístico hacia una lógica de anticipación y adaptabilidad real. No se trata de reaccionar, sino de prepararse.
Y para hacerlo, necesitamos dejar de pensar en logística como un tema técnico y comenzar a entenderla como una ventaja estratégica nacional.

Donde estamos en realidad
Una lectura crítica de lo que 2025 nos dejó sobre la mesa

El costo logístico representa el 17,9 % del valor de las ventas de las empresas en Ecuador, según la Encuesta Nacional Logística 2023. No es solo una cifra: es una señal de pérdida estructural de competitividad. Un lastre silencioso para cualquier empresa que intenta crecer, exportar o simplemente sostenerse.

En capacidad portuaria, Guayaquil sigue concentrando la mayor parte del comercio exterior marítimo del país, aunque enfrenta limitaciones operativas. Posorja, con su infraestructura moderna y capacidad de recibir buques de gran calado, representa una apuesta de mediano plazo. Pero aún estamos lejos de consolidar una plataforma logística integrada y verdaderamente interoperable.

Persisten desafíos en trazabilidad, en integración intermodal y en la fluidez de conexión entre actores públicos y privados.

Exportamos volumen, pero seguimos sin escalar valor.

2025 dejó en evidencia nuestras brechas, pero también nuestras posibilidades.
Tenemos ubicación estratégica. Tenemos talento logístico. Tenemos relaciones internacionales activas.

Lo que no tenemos aún, y debemos construir en 2026, es un consenso operativo sobre hacia dónde va el país en materia de comercio y logística. No es suficiente una política dispersa, es necesaria una visión integradora.
Donde mover carga no sea el objetivo, sino el punto de partida para mover industria, mover valor, mover país.

Lo que sigue no es un plan. Es una postura.
Podemos seguir operando como si estuviéramos a tiempo. O asumir que ya estamos tarde. El terreno cambió, ahora toca decidir si vamos a seguir corrigiendo errores a cuentagotas o si por fin vamos a rediseñar desde el principio. Desde la claridad y la convicción.

Porque los países no se transforman por accidente.
Se transforman cuando quienes toman decisiones dejan de mirar el problema como algo externo.
Y lo asumen como propio.

Leave A Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *